Existen madres excesivamente preocupadas por la salud de sus hijos y según los especialistas, esa obsesión termina por causar el efecto contrario: es decir se crían hijos débiles y propensos a las enfermedades.
Madres sobreprotectoras, hijos enfermizos
Cada vez que Pilar se junta con sus amigas para ponerse al día, comienza a hablar sobre las enfermedades de sus hijos. Al principio ellas le prestaban atención, pero luego se aburrieron ya que siempre hablaba de lo mismo. Cuando las amigas decidieron hacer un picnic en un parque con los niños la obsesión por los virus y bacterias de Pilar llegó a tal punto, que se quejó de que por culpa de ellas su hijo Martín había caído en cama con fiebre. Desde entonces simplemente decidieron que las exageraciones de Pilar se estaban convirtiendo en patológicas y lo que es peor, tanta preocupación ha enfermado de verdad a los niños.
La percepción de sus amigas puede ser acertada. El médico psiquiatra Carlos Cruz, académico de la Universidad Andrés Bello, explica que las mamás cuidan a los niños en sus primeros años y los acompañan en sus primeras experiencias. Dice que ellas los protegen de lo que conocen como dañino y les enseñan a cuidarse para cuando estén solos. “El problema se produce cuando la madre teme que su hijo sea muy susceptible a enfermar o está atemorizada de que le pase algo. En ambas circunstancias, la progenitora lo protegerá en exceso, disminuyendo la posibilidad de que el niño entre en contacto con situaciones potencialmente desfavorables, tales como el frío, la suciedad, ciertos alimentos, etc. Un problema es que el niño que ha estado poco expuesto a situaciones de “riesgo” no desarrolla protección frente a estos estímulos negativos y se vuelve enfermizo”, comenta.
¿Por qué lo protejo en extremo?
Las razones de por qué una madre se vuelve sobre protectora tiene mucho que ver con angustias, explica el psicólogo de Clínica Santa María, Juan Pablo Westphal.» A veces esa sensación se canaliza en un aspecto puntual como enfermedades, tomar medicamentos o fobias. Una mujer que se angustia con facilidad, tiende a ser calamitosa, a mirar lo terrible de la vida en todos los aspectos, a ser sobre protectora con los hijos y a dirigirles la vida para evitar que les ocurra algún daño”, expresa.
El psicólogo dice que todo esto puede ser resultado de que la madre necesite sentirse útil, ya que ella se preocupa de sus hijos y esa necesidad tiene que generársela. “Las madres deben aprender a manejar su ansiedad y deben entender que todos los niños se caen cuando andan en bicicleta, juegan o corren. Es importante vigilar a los hijos, pero también saber que ellos mismos deben aprender a cuidarse”, concluye.
El doctor Cruz agrega que la sobre protección materna puede venir de la propia crianza recibida por esta madre, o también combinarse con características del niño; como que él tenga alguna enfermedad inmune que lo predisponga a enfermarse.
Ensuciarse hace bien
Un comercial de detergente anunciaba que «ensuciarse hace bien». Sin embargo, algunas madres protegen tanto a sus hijos que no los dejan ni siquiera jugar en el suelo. por temor a las infecciones, microbios o bacterias. Eso es al menos lo que opina Pilar, que no deja gatear a su hijo, porque «después se lleva las manos a la boca».
Este es un grave error ya que antes de la pubertad existe en los niños el concepto de iniciativa. Según el doctor Carlos Cruz, esto significa que los niños quieren aprender, hacer cosas, probar, descubrir y aprender del mundo que los rodea. “Las mamás aprensivas no permiten que sus hijos corran aventuras, salgan, toquen ciertas cosas… Esta conducta impide el desarrollo de la iniciativa en los niños lo que puede traducirse en adultos con poca voluntad, y temerosos porque no se atreven a hacer a nada».
Una característica de los niños es que corren riesgos, son más osadas porque no están tan conscientes de los riesgos y se meten en problemas. «La madre que le resuelve los conflictos al hijo le va creando una dependencia anormal, no deja que haga cosas si ella no está presente. Cuando no lo puede controlar la angustia se le dispara. El chico se siente inseguro porque en lugar de encarar las situaciones las evita, prolongando el círculo vicioso».
Carina Vaca Zeller, pediatra egresada de la Universidad Católica que se especializa en medicina antroposófica, también concuerda con que “ensuciarse hace bien” y explica que los primeros siete años de vida y especialmente los primeros tres son de enfermedades infantiles. “Eso es normal y hasta «saludable», ya que con las enfermedades infecciosas banales los niños suelen ganar capacidad inmunológica. El tenerlos en una burbuja de limpieza no permite que su sistema inmune se enfrente a los desafíos que necesita para estar sano y fuerte”. Dice también que está comprobado que la incidencia de alergias aumenta en niños criados en sistemas tipo burbuja. Por eso es importante que los niños experimenten, se caigan, se ensucien con barro, mastiquen algo que sea duro (como zanahorias) y se (esta palabra sobra) afronten a (esta palabra sobra) desafíos y exigencias para desarrollar su voluntad.
“Esta es la escuela, el ensayo para poder enfrentar retos que serán más exigentes en su futura biografía. Con ello ayudamos a fortalecer al niño en todo ámbito y logramos que aprenda a enfrentar las dificultades. Eso es lo que queremos ayudar a desarrollar: seres humanos maduros”, comenta.
Llamado
“Que confíen en la fortaleza de su hijo. Que sepan que cada situación difícil que ellos puedan enfrentar (enfermedad, experiencia nueva, el no tener todo lo que quieran de inmediato…) es una oportunidad de hacerse más fuertes, más autónomos, más saludables integralmente. Que traten en lo posible de exponer a sus hijos a desafíos (controlados y cuidados por supuesto) y que en el momento en que ellos requieran de la presencia de su mamá, por ejemplo en la enfermedad, puedan tomarse el tiempo de estar al lado de la cama de su hijo con el amor, que ella como mamá, le puede entregar”, concluye la doctora Vaca Zeller.