Imitación
El niño es durante los primeros siete años especialmente, en un alto sentido, un ser plenamente neuro-sensorial. Es como si él fuera entero un órgano sensorial. Las impresiones que vienen del entorno reverberan en todo su organismo, quedan resonando. El capta todas las impresiones que hay en su entorno.
El niño es puro órgano sensorial. Si lo comparamos con el ojo, podemos decir afuera está el mundo, adentro también está el mundo. En el niño es lo mismo: afuera está el mundo, adentro está el mundo. Nosotros los adultos sentimos por ejemplo el sabor dulce en la lengua, en la boca. El niño se compenetra totalmente con el sentido del gusto. Esto se puede ver literalmente cuando el niño toma pecho por ejemplo, es como si saboreara la leche con todo su cuerpecito.
Los padres, los adultos están alrededor del niño y él se entrega, del mismo modo que el ojo se entrega al mundo. Si existe por ejemplo un padre rabioso al lado del niño, la rabia se manifiesta hasta en sus gestos. El niño percibe sus gestos de una manera muy distinta a como se cree. El niño ve de inmediato la cualidad moral en los gestos del padre. Acá moral se refiere a distinguir el bien del mal en forma interior, no como una norma exterior. Lo que el niño ve, es trans-iluminado moralmente. Así el niño es compenetrado en su interior en forma total por un padre rabioso, una madre amorosa o por otra cosa por otra persona, por ejemplo. Así como somos alrededor del niño, eso penetra dentro de él. Del mismo modo que la luz de una vela penetra dentro del ojo. En el niño, que aún es muy plástico, estas impresiones exteriores penetran en él y actúan incluso formando su cuerpo físico. Toda la salud y la enfermedad de la vida en la Tierra, depende de que seamos capaces de comprender que en el niño todo lo que ocurre a su alrededor se espeja en él. No sólo se espeja lo físico, si no también lo moral. Lo moral que se espeja, es operante en relación a la salud y a la enfermedad.
Hasta los siete años o hasta el cambio de dientes, el niño es un ser puramente imitador. No tenemos que decirle o explicarleal niño qué es lo que tiene que hacer, sino que debemos estar claros, que nosotros mismos tenemos que hacerle de modelo. Porque no hay otra cosa sana para el niño, que aquello que nosotros hacemos delante de él. Y no hay nada que el niño perciba verazmente hasta en sus órganos, que aquello que nosotros hacemos delante de él.
El niño percibe aquello que ocurre a su alrededor, con una vivencia interna muy particular. Cuando el niño ve que el padre o la madre mueve la mano, el brazo, de inmediato en él surge el impulso interior, de hacer el mismo movimiento. Cuando se hacen movimientos nerviosos, eso se transmite de inmediato al niño, también el caminar. En el caminar no hay que ver un elemento de herencia, el que un niño ande con los talones y otro de puntillas también puede ser un elemento de imitación.
Imagínense la gran responsabilidad de los adultos que rodeamos a los niños. Ellos captan no solamente lo exterior, sino lo esencial, es decir aquello que no se ve pero que está en cada uno. El principal elemento educativo de un niño pequeño no es lo que uno intenta enseñarle a través de discursos o explicaciones, sino lo que uno es. Por ello, un ser moralmente íntegro, actúa de una manera mucho más educativa sobre el niño pequeño, que aquel que sabe muchas teorías de educación, pero que interiormente no es íntegro. Imagínense cuando un niño pequeño está frente a una pantalla (TV, PC, celular etc.), allí no hay ser, sólo una imagen carente de esencia. Por lo tanto se les entrega a los niños LA NADA como elemento de imitación y aprendizaje.
Podemos proponernos el alto ideal de ser modelos dignos de imitación para nuestros pequeños. Es la única manera de regalarles una educación de VERDAD.
Bibliografía
Rudolf Steiner, GA304a Rudolf Steiner, GA306