Amistad en el bosque

 

Había una vez, hace mucho tiempo, una niña muy preciosa con ojos de color de almendras, que todas las tardes iba a jugar al bosque. En el bosque había un árbol muy grande, que a ella lo gustaba especialmente. Una vez, jugando a los pies del árbol, ella encontró en la parte baja del tronco, una puertecita muy pequeñita que tenía una ventanita más pequeñita aún. Esto le causó mucha curiosidad.
Ella quería saber que habría tras la puertecita. Como era una niña muy respetuosa decidió golpear. No había ninguna forma de golpear la puerta que no fuera golpeando esa ventanita. No sabía cómo hacerlo, hasta que descubrió que lo podía hacer con la uñita de su dedo índice. Hizo un mini toc toc toc y la puerta se abrió. ¿Quien salió de allí? Un pequeño gnomo, con una barba blanca, cara simpática y un gorro verde cónico con una punta hacia arriba.

Entró en conversación con la preciosa niña y le explicó que él era el guardián del árbol, que vivía en una casita formada por las raíces del árbol y que desde allí lo cuidaba ara que él viviera y estuviera fuerte. Dijo que nunca había estado en conversación con un ser humano, así que estaba muy interesado en esa conversación. Le mostró a la niña un rincón interesante del bosque donde había hermosas piedras de formas y colores asombrosos. Al día siguiente la niña volvió a buscar a su amigo guardián del árbol y éste le mostró esta vez unas enredaderas con unas flores de tal belleza, que parecían de otro mundo. Al día siguiente el gnomo amigo le mostró la madriguera de una liebre y cuando se asomaron por ella, había un grupo de liebrecitas bebés con sus orejitas paradas, que parecían estar esperando a su mamá.

La niña se sentía muy afortunada de tener a ese pequeño amiguito, que le iba mostrando los tesoros ocultos del bosque.

Esa noche la niña se durmió y soñó con una mariposa negra que revoloteaba alrededor de ella y que la molestaba.

Despertó un poco molesta por ese sueño y comenzó a comerse las uñas. Mordió y mordió sus uñas, hasta que estuvieron tan cortitas, que ya no hacía falta usar cortaúñas.

Se consoló pensando que iría al bosque a ver a su amigo, que le mostraría más maravillas secretas.

Cuándo llegó a la puertecita con la ventana minúscula, como siempre golpeó, pero no se escuchó nada. Sus uñitas estaban tan cortas, que ya no podía hacer toc toc toc en la puertecita. Volvió a golpear con su dedito varias veces, pero nada se oía y la puerta no se abrió. Volvió muy triste a su casa. Fue al día siguiente y tampoco pudo golpear haciendo ruido y la puerta otra vez no se abrió. Fue de nuevo al día siguiente y otra vez intentó golpear y la puerta no se abrió.

La niña estaba muy triste. Se fue a dormir y esa noche soñó con una hermosa hada blanca que tenía un ovillo de hilos de oro y de plata, que tenían las fuerzas del sol y de las estrellas. Con esos hilos tejió un hermoso vestidito y se lo colocó a la niña.

La preciosa niña despertó radiante. Se sentía feliz con ese sueño y no volvió a comerse más sus uñitas.

Después de un tiempo, sus uñas crecieron hermosas, entonces la niña volvió a ir al bosque a encontrarse con su pequeño amigo. Su corazón palpitaba de emoción, ya que hacía mucho tiempo que no lo veía y era lo que más deseaba. Llegó a la pequeña puertecita del árbol, golpeó con una de sus uñitas recién crecidas la minúscula ventanita, toc toc toc, la puerta pequeña se abrió y apareció el rostro de su amigo, lleno de felicidad por volverla a ver.
Desde ese día siguen encontrándose estos queridos amigos y siguen explorando juntos las maravillas del bosque.

Colorín colorado, este cuento se ha terminado