Moverse en Libertad: pensamientos para el primer año de vida (según los principios de Emmi Pickler)
La facultad del movimiento es la que en esta primera etapa juega el rol fundamental en el aprendizaje y desarrollo. Constituye una base fundamental para todas las facultades superiores a desarrollar en el futuro. “La inteligencia humana primero resuelve los problemas del movimiento y sólo más tarde cambia gradualmente a pnoderar los más abstractos” (Artículo del Scientific American).
Movimiento: es fundamental que los niños tengan suficiente posibilidad de moverse en el transcurso de su desarrollo. Para un desenvolvimiento armónico de sus facultades motrices es menester respetar lo que el bebé va aprendiendo a hacer, sin forzarlo a hacer lo que aún no está preparado a realizar. Esto le da mucha firmeza en sus logros y va desarrollando seguridad, confianza y calma interior.
Por supuesto que el pequeño necesita espacio para moverse. En los primeros meses, la posición fisiológica que le permite mayor bienestar, libertad de movimiento y de mirada es estar acostado de espaldas. Sentarlo antes de tiempo sólo desarrollará una sensación de inseguridad, generará una mala postura permanente al sentarse (ya que al comenzar aún no estaba maduro para ello) y un despertar prematuro, lo que quita fuerzas para su desarrollo corporal, que es prioritario en estos primeros tiempos.
“Más importante que el resultado, es el método”. Este proceso del aprender juega un rol muy importante en toda la vida posterior. A través de este tipo de desarrollo el lactante alcanza sus capacidades de manera independiente, con un trabajo constante y paciente, con el reunir toda su concentración. Por lo tanto aprende en el transcurso de desarrollo motriz, no solamente a girarse sobre su vientre, a rodar, a gatear, a sentarse, a pararse o a caminar, sino que tambien aprende a aprender. El aprende a ocuparse de manera independiente con algo, de encontrar el interés en algo, de probar, de experimentar. Aprende a vencer dificultades. Aprende a conocer la alegría y la satisfacción, que significa para él el éxito (resultado de su persistencia paciente e independiente).”
Cochecito: no es un lugar para mantener de manera constante o la mayor parte del tiempo a los bebés. No es suficientemente estable; apenas el niño comienza a moverse un poco se empieza a mover o a rodar. Tampoco permite que el movimiento se desarrolle desde una posición fisiológicamente normal para esta edad.
Canasto (moisés), cuna: Lo ideal es mantener al principio al bebé en un moisés (para los más intranquilos es más tranquilizador) o en una cuna. En ambos casos sobre un colchón más bien duro. Hay que sacarlo de la cuna cuando comienza a girarse hacia el lado, ya que tampoco puede rodar allí dentro.
Corralito: se lo puede colocar desde los 4-5 meses en él, cuando ya ha comenzado a girar de lado. A los 6 meses de todas formas corresponde que esté en el corralito. Este tiene la función no de que camina, ya que aún es muy chico para ello, sino de que pueda desplegar adecuadamente el girar y el rodar. El corralito debe tener aprox. 1,20 x 1,20mts. es mejor que el piso sea más bien duro (esto permite mayor facilidad de movimiento) y que esté algo elevado del nives del suelo (eso no lo hace ser tan frío). Pero que no sea muy alto, sino que esté apenas por sobre el nivel del piso, para que cuando se caiga algún juguete a través de la red, el niño pueda alcanzarlo con su bracito.
Suelo: cuando el bebé comienza a reptar o a gatear, hay que sacarlo del corralito y proporcionarle más espacio. Otorgarle el espacio de una pieza o una parte de una pieza (cercada por un límite) instalada de tal manera que nada lo ponga en peligro y sin objetos de la casa que él pueda romper. Obviamente el piso tiene que ser de tal naturaleza, que lo podamos mantener limpio. El lactante tiene que tener la posibilidad de encontrarse aquí tan seguro como antes y de poder moverse, gatear, jugar de manera independiente sin la ayuda y sin la presencia de adultos de manera libre.
Se puede colocar por ejemplo una manta de algodón o algún otro material natural y suave en el piso, si es muy frío con una frazada debajo de la manta si es invierno. En el verano es muy adecuada este fin usar un pedazo de jardín cercado con un cajón de arena. Lo mejor es que la superficie no sea totalmente horizontal, de modo que el niño pueda gatear hacia arriba y hacia abajo. Si mantenemos al niño en esta etapa, de modo permanente en el corralito, por supuesto que no va a gatear. Se lo impide el espacio demasiado estrecho, tampoco hay nada que lo estimule a gatear.
Siempre hay que proporcionarle al niño suficiente espacio para desarrollarse. Si no lo tiene, intentará sentarse o pararse antes de lo que tendría deseos naturalmente. Por ello, los niños acostumbrados al cochecito intenta llegar hacia la altura, porque de este modo puede mirar algo de su entorno. Tenemos que evitar este erguirse antes de tiempo, ya que genera mala postura, inseguridad, un despertar prematuro a costa de fuerzas que se necesitan para el desarrollo de funciones orgánicas vitales.
Inpide el buen desarrollo motor:
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Que vistamos al bebé con ropa que no le permite moverse con libertad
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Si permanentemente estamos llevando al lactante en brazos, lo tenemos sobre la falda o lo mecemos. Ásí él se vuelve no autuficiente. En todas las posiciones él no es el dueño de su cuerpo.
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Si permanentemente lo ayudamos y le servimos. Un efecto que acompaña el buen desarrollo motor es que el niño se torna cada vez más independiente. Cuanto menos nos entrometamos en sus intentos, con tanta mayor diligencia y tenacidad seguirá experimentando. Esto es una impronta que lo acostumbrará para seguir actuando así en su vida
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Si permanentemente lo estamos asustando o lo amenazamos: “¡ten cuidado!”, “¡Ay, te vas a caer!”, “¡Te vas a golpear!”. El niños chico sanamente educado va a tener cuidado de manera instintiva
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Si por razones superficiales le prohibimos todo, como el arrastrarse de guata, arrodillarse, trepar etc porque nos preocupa que se resfríe o se ensucie. Vistámoslo de modo que no le de frío y con ropa que no importa que se ensucie.
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Si estimulamos, incentivamos, invitamos a que el niño realice ciertos movimientos. Por ejemplo el bebé está experimentando con atención, con alegría, compenetrado con lo que está haciendo. Justo está en un intento, que quizá le resulta…quizá…pero en ese momento comienzan a su alrededor: “¡mira, la guagua ya se para!”, “¡mira, mira! a ver párate”, “muéstrale a papá como la guagua se sabe parar”, “ven, yo te ayudo, dame la mano” El efecto de todo aquello es inabarcable. La atención del niño se desvía del probar, del experimentar con el movimiento y en lugar de ello se dirige a realizar aquello, que tiene un efecto sobre el público. Este es otro patrón que se internaliza de un modo u otro para el resto de la vida.
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Si lo forzamos a aduirir una posición que él no puede alcanzar por sí mismo. Por ejemplo le colocamos un cojín detrás, entonces lo ponemos en una posición semisentado para la cual ni sus músculos no su esqueleto están aún maduros. Cuando él pueda sentarse por sí mismo, no tendrá necesidad de cojines. O cuando lo andamos llevando en brazos sentadito o en una posición vertical o lo sentamos en una sillita con respaldo. El resultado es una postura con el pecho encogido, como hundido en sí mismo y con una espalda curva. Lo mismo con el pararlo antes de tiempo. También es una situación forzada, el llevar de as manitos caminando a un niño que aún no puede caminar por sí mismo.
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Si lo colocamos en “gimnasios” infantiles: sillas saltarinas, andadores, natación para guaguas etc.
Bibliografía: Friedliche Babys-zufriedene Mütter, Emmi Pickler, Verlag Herder
Texto de Yohanan Therapeutes